Reseña del libro "Carmen o cómo me inicié en el negocio de bailar sin ropa"
- revistadigitalmyst
- 15 may
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 14 jun
Por Magdalena Cueto

Carmen es el primer libro, de carácter autobiográfico, de la escritora chilena Romina Pistolas, nacida en Puerto Varas. Lo encontré por casualidad en una librería, entre decenas de títulos apilados uno junto al otro. Fue su portada rosada, ilustrada con unos ojos femeninos penetrantes y la palabra Carmen en el centro, lo que captó mi atención y me hizo acercarme.
Al leer el título, mi mente hizo una conexión inmediata: comenzó a sonar la voz de Lana del Rey y su canción Carmen." The boys, the girls, they all like Carmen. She gives them butterflies, bats her cartoon eyes. She laughs like God. Her mind's like a diamond..." Sentí que esa letra encajaba perfectamente con lo que ese libro parecía prometer. No lo pensé mucho más: lo compré.
Lo que encontré en sus páginas fue una historia brutalmente íntima, honesta y absorbente, que me atrapó desde el primer momento. La escritura de Romina Pistolas tiene esa rara habilidad de mostrar, no solo contar. Leerla es como mirar una serie bien escrita: cada capítulo breve tiene su ritmo, su peso, su propósito. Carmen es una historia sin adornos, narrada con una voz propia, valiente, sin miedo a hablar sexo y placer, y salpicada de un humor sutil que aligera incluso los pasajes más duros.
La historia comienza con una joven Romina, originaria del sur de Chile, que decide irse a vivir sola a Australia. Llega con poco dinero pero muchas expectativas. Por azar, otra chilena que ya vive en Sídney le ofrece trabajar con ella en un club nocturno como stripper. A pesar de no tener experiencia —ni siquiera cercana— en ese mundo, Romina acepta sin prejuicios. Para reforzar su imagen latina elige un nuevo nombre: Carmen.
Para su sorpresa, el trabajo no solo resulta rentable, sino también seguro. Hace buenas amigas y encuentra un inesperado sentido de comunidad:
"Hacemos grupo, aunque nuestro trabajo sea el más individual de todos. Nuestra hermandad trasciende el club, y nuestro espacio seguro está con otras trabajadoras sexuales y aliados."
En ese mismo entorno conoce al que más adelante se convertirá en su esposo, un personaje clave en la historia, tanto por lo que aporta como por lo que quita.
El libro está lleno de anécdotas intensas y situaciones bizarras, especialmente aquellas compartidas por los hombres que llegan al club. Uno de los fragmentos que más me marcó es cuando un cliente le cuenta un secreto terrible sin filtros, y ella reflexiona: "Nada le importaba decírmelo, porque nunca me volvería a ver en la vida. La gente dice todo tipo de cosas a las strippers pensando que no existimos, que no somos parte de la sociedad."
Esa frase resume con precisión uno de los grandes temas del libro: la invisibilidad social y los prejuicios hacia quienes transitan caminos no convencionales. Pero Carmen no se detiene en la denuncia. También habla de salud mental, identidad y resiliencia. A lo largo del relato, Romina comparte sus miedos, su sentido de extranjería y esa constante sensación de estar al borde de algo inminente:
"Desde ese día, me senté a esperar lo obvio. La locura que yo sabía que existía en mí y que eventualmente iba a reclamar soberanía."
Uno de los aspectos más potentes del libro es su manera de abordar el sexo: con deseo y libertad. Romina explora su relación con el amor y el placer a lo largo del libro de forma genuina y explícita: "Había pasado de pensar en aguas azules a ser un océano tibio en mis calzones, imaginando el momento en que le diera un beso."
En Carmen, o cómo me inicié en el negocio de bailar sin ropa, Romina Pistolas no solo narra lo que vivió: lo interpreta, lo cuestiona y lo transforma en literatura. Con una voz fresca y sin moralismos ni dramatismos forzados, la autora nos invita a mirar de frente una vida marcada por el deseo, la vulnerabilidad, el amor, la marginalidad y el estigma. Y lo hace con inteligencia, humor y sensibilidad.
Lejos de la victimización o el morbo, Pistolas elige contar su historia y lo hace sin pedir disculpas, sin suavizar los bordes. Su voz se planta con fuerza, y al leerla, una siente que esa voz faltaba. Carmen es una invitación necesaria a mirar hacia donde normalmente apartamos la vista, pero sobre todo, es una invitación a escuchar a una mujer que decide narrarse en sus propios términos. Y eso, hoy, sigue siendo un acto profundamente político.



